La Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, y el juez expulsado de la carrera judicial por un delito de prevaricación, Baltasar Garzón, son pareja sentimental.
Cada cual puede hacer con su vida lo que le dé la gana, evidentemente, y emparejarse con quien le parezca. El problema radica cuando una mujer que ocupa un importantísimo cargo en el Estado, con evidentes signos de, cuando menos, desequilibrio emocional, se une a un sujeto extremista sin escrúpulos y para el que el fin justifica los medios. Un problema que me parece muy peligroso.
Y ojo, aviso: si la cosa fuera al revés, y fuera ella la malvada manipuladora y él el manipulado lo diría igualmente y me parecería igual de peligroso. Pero no es el caso. Las cosas son como son.
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