Se supone que los gobernantes ejercen el poder para beneficio de los gobernados. Pero la realidad es muy diferente, porque en la inmensa mayoría de los casos las personas que están en el poder lo están para satisfacer sus propios egos de sentirse más poderosas que los gobernados, así como de imponer a esos gobernados su visión de la vida. Es lo que yo llamo ejercer el poder por el mero hecho de ejercer el poder, sin más.
Lo anterior nos lleva a que los que participan en política y no están en ese poder quieren llegar a ocuparlo. Para ello en casi la totalidad de los casos lo que se utiliza es la estrategia del enfrentamiento. No hablo de la legítima y saludable confrontación de ideas, sino de buscar el choque como sea, para dejar en evidencia al que está en el poder y tener la oportunidad de ocupar su lugar lo antes posible.
Recuerdo que antes de las últimas elecciones municipales le escuché a Manuela Carmena, una persona de la que me separa prácticamente todo, decir que si no podía ser alcaldesa de Madrid se marcharía de la política, porque ella no podía concebir estar en la oposición con la obligación de criticar todo lo que hicicera el gobierno. Y eso es lo que hacen continuamente los equipos de la oposición, criticar todas las decisiones gubernamentales, con razón o sin ella.
Lo anterior produce una degradación continua de la política, en la que no se busca para nada el beneficio de los ciudadanos, sino más bien utilizar a esos ciudadanos, engañándoles si es preciso por medio de forzar la política como enfrentamiento para conseguir por cualquier medio alcanzar el poder por el poder.
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