La política, sobre todo la española, se basa mucho en engañar, por activa o por pasiva, al votante antes de las elecciones para que vote al partido en cuestión (sea el que sea) y luego, después de celebrados los comicios, ya veremos. Es lo que creo que está pasando en Extremadura con el tira y afloja entre PP y Vox a la hora de formar un Gobierno de coalición, algo que los voxeros exigen y que no están dispuestos a conceder. Por ahora, añado yo.
Antes de continuar, recordemos los resultados en la región en las elecciones autonómicas. El PSOE y el PP empataron a 28 escaños (con los socialistas obteniendo seis mil votos más), VOX consiguió cinco y la coalición ultraizquierdista cuatro. Eso hace necesario un pacto de PP y Vox para poder alcanzar el Gobierno. Los ultraderechistas exigirían, aplicando las matemáticas en las que hasta ahora se han apoyado y suponiendo que se mantuviera los mismos diez sillones, entrar en dicho Gobierno con una o dos consejerías (esas matemáticas les daría 1.78).
Los peperos habían ofrecido a los voxeros la Presidencia del Parlamento extremeño, pero estos últimos lo rechazaron, porque quieren entrar en el Gobierno. Ante ello esa Presidencia ha ido a parar al PSOE.
Lo que Vox exige sería lo lógico, con los resultados en la mano. Pero los del PP se niegan. Más que nada porque, después del pacto entre estos dos partidos en la Comunidad Valenciana para gobernar juntos, temen que si siguen por esa línea el tema les pase factura en las generales. Y los voxeros en principio no pueden aceptar otra cosa porque es lo que prometieron en campaña, que allá donde sus votos fueran necesarios para formar Gobierno, no los entregarían a menos que ellos fueran parte de ese Gobierno.
Quedan cuatro semanas y media para las elecciones generales y yo creo que todo esto es una mera puesta en escena de cara a las mismas. Porque no puedo creer que el PP vaya a ir a una repetición electoral en Extremadura, que sería lo mismo que suicidarse políticamente en una región de izquierdas. Pienso más bien que intentarán alargar los tiempos para que la negociación final se produzca después de las elecciones generales. Y será entonces cuando les darán a los de Abascal esa participación en el Gobierno extremeño a través de una o dos consejerías.
Lo dicho, la política española tiene mucho de engaño. O de teatro. Que muchas veces se convierte en circo.
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