Después de vivir un mes en un estado de alarma encubierto (obligatoriedad de mascarillas bajo amenaza de multa, por ejemplo) los gobiernos autonómicos empiezan a aplicar, casi descaradamente (puede que sin el casi), un estado de excepción encubierto, con medidas que vulveran claramente los derechos fundamentales individuales, y que van desde la obligatoriedad de comunicar el domicilio en Galica a los recien llegados (parece Cuba), hasta el cierre de zonas en Cataluña de las que no se puede entrar ni salir (muchos tuvieron que salir por caminos rurales, como si fueran delincuentes), pasando por el cierre de playas en varias comunidades o la creación de una cartilla del covid en Madrid.
Y lo que más me llama la atención es que en general la gente apoya esas drásticas medidas que atentan contra las libertades más básicas. Pues nada, que vivan las caenas.
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