Vaya por delante que en una democracia (aunque defectuosa, como es la española) la violencia callejera me parece inaceptable. Lo que hay que hacer es ir a votar y votar bien. Y, en caso de que el Gobierno de turno cometa ilegalidades, que la Oposición haga su trabajo y mueva los resortes para que esas ilegalidades no puedan llevarse a la práctica.
Por eso no puedo estar más de acuerdo con frases socialistas como promover el odio trae consecuencias graves y peligroso el camino que alimenta la violencia.
Lo que pasa es que es imposible no recordar el odio y la violencia que se practicaron no hace mucho tiempo contra el centro y la derecha ante el silencio de una parte del poder y la participación de otra parte. No voy a buscar en internet, pero me vienen a la memoria los casos de Cayetana Álvarez de Toledo, Inés Arrimadas y una embarazadísima Begoña Villacís; también la violencia ejercida un día sí y otro también contra personas y sedes de Vox, consecuencia directa en muchos casos de aquella miserable 'alerta antifascista' promulgada por Pablo Iglesias, que por aquel entonces, necesario es mencionarlo, era vicepresidente de Gobierno.
Repito, no justifico la violencia que se está ejerciendo contra el PSOE. Pero, ¿quién comenzó a promover el odio y quién empezó a andar el camino que alimenta la violencia? Y no solo con los hechos, sino con discursos incendiarios, en principio únicamente por Pablo Iglesias, pero ahora imitados por, mucho ojo a los nombres, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz.
Lo que pasa es que, como diría Iglesias, el miedo ha cambiado de bando. Antes era la ultraizquierda quien ejercía la violencia y los derechistas los que la padecían. Ahora resulta que los violentos son los de ultraderecha y las víctimas los izquierdistas. Suelen pasar estas cosas, que las tormentas avanzan y acaban afectando a todos.
Hay que cortar de raíz este odio y esta violencia. Y no solamente con medidas policiales, como se está haciendo. Se hace necesario un cambio en las palabras y las actitudes, empezando por el mismo Presidente de Gobierno y siguiendo por la vicepresidenta Díaz. Es imprescindible que las relaciones entre Gobierno y oposición se normalicen. Hay que condenar, actuando en consecuencia, toda violencia, sean quien sea el agresor e igualmente sea quien sea el agredido. Basta ya de que haya odio y violencia que pueden permitirse y odio y violencia que deben ser perseguidos duramente.
¿Es mucho pedir? Puede ser en las actuales circunstancias. Pero si ello es así quiero terminar diciendo que el odio y la violencia verbal entre los políticos ya se está trasladando con hechos a la sociedad civil. Ciertamente promover el odio trae consecuencias graves y peligroso el camino que alimenta la violencia. Y, si no se cambian las actitudes desde arriba, puede ser que esto no haya hecho nada más que empezar. No me corto. ¿Habrá muertos? Es posible. Espero que no.
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