España era uno de los pocos países de Europa donde la extrema derecha era solamente un pequeño detalle, completamente extraparlamentario. Vox era un partido anecdótico. Pero eso ha cambiado. Pedro Sánchez y, sobre todo, Susana Díaz se cansaron de nombrar al partido de extrema derecha. La andaluza le dio la campaña electoral de las elecciones autonómicas prácticamente hecha, porque cada vez que podía sacaba el tema a pasear. La estrategia estaba clara, dividir el voto de la derecha hacia un partido prácticamente inutil para beneficiarse de ello debido al sistema electoral. Es lo que hizo en el pasado Rajoy con Podemos y, dicho sea de paso, Rajoy es pasado y Podemos ahí esta.
Pues bueno, Pedro Sánchez y, repito, sobre todo Susana Díaz han hecho tan extraordinariamente bien su trabajo que han conseguido lo impensable, movilizar a muchas personas de derecha, que no votaban a nadie por estar desencantadas del PP, y que fueron a apoyar en las urnas a Vox. Y ahí está Vox, que ha llegado a lo grande para quedarse.
España ya padecía, gracias a Rajoy, una extrema izquierda violenta parlamentaria. Ahora ha llegado una extrema derecha al Parlamento de Andalucía y con toda seguridad también entrará, además de en otras entidades menores, en el Congreso de los Diputados. ¿Violenta? Por ahora, no. Pero estoy convencido que si los podemistas les meten el dedo en el ojo a los voxistas estos últimos no se van a quedar quietos.
Hace poco comenté esto en privado a un amigo por Twitter: Yo creo que Abascal está tomando una línea de matonismo (al más puro estilo de Iglesias). Y también creo que eso está atrayendo muchos "elementos descontrolados" de la extrema derecha. En ese contexto algo puede salir mal. Muy mal.
Podemos tener la violencia servida entre grupos extremistas. Gracias, Susana y Pedro, muchas gracias. Habéis hecho un muy buen trabajo en dividir a la derecha. El problema es que ha sido demasiado bueno. Por eso ahora toca padecer a Vox, como ya hay que padecer a Podemos.
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