Leo a Alberto Priego, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas, avisándonos de La islamofobia que viene..., pero sin avisarnos de la cristianofobia y de la libertofobia que no vienen, sino que ya están aquí en la inmensa mayoría de los musulmanes.
Leo también a Jorge Bustos, que nos informa de que Tarrant es un psicópata, pero no debemos ocultar que es un psicópata politizado, movido por una concreta ideología, ideolología que luego nos deja saber que es la nazi. Pero no nos informa de cual es la ideología que está detrás de los psicópatas musulmanes que matan a espuertas. La ideología musulmana.
Hay que decir, para que nadie se confunda, que este Tarrant me parece un asesino despreciable por cuyos condenables hechos debería ser sentenciado, como mínimo, a cadena perpatua.
Pero los dos artículos adolecen del mismo problema. Están tuertos. Solo ven la realidad con un ojo, el buenista, que confunde sus deseos (buenos, sin dudas) con la realidad (durísima, igualmente sin duda). Son la peor mentira de todas, porque lo que dicen es verdad, pero es una verdad a medias. La islamofobia viene, sí. Tarrant es un psicópata producto de una ideología asesina, también. Pero Tarrant (y los Tarrants que se avecinan) son la asesina reacción a la cristianofobia y a la libertofobia islámicas y a la ideología asesina islámica.
Pero claro, afirmar lo que afirmo no está bien visto. Es mejor no mirar la realidad de frente y en vez de ello decir lo que conviene. Cuando vez tras vez se están viendo las consecuencias de la mayoritaria falta de integración de los musulmanes en los países libres, en unos casos malas y en otros peores.
Supongo que yo, según el segundo texto enlazado, soy uno de esos alguien que califica de "invasión" la llegada de inmigrantes que está haciendo el trabajo sucio de los "comunes y corrientes". Nunca he pretendido justificar los asesinatos de inmigrantes. Pero sí he pretendido avisar de que esos asesinatos injustificables de inmigrantes serán (están empezando a ser) la indeseable consecuencia de aceptar en nuestras sociedades libres a personas que no creen en la libertad.
El primer texto el catedrático Alberto Priego lo terminaba así:
Por ello, debemos hacer un esfuerzo para evitar repetir lugares comunes que diluyen intencionadamente las diferencias entre los miembros de la ummah (comunidad de creyentes) para presentarlos como un grupo homogéneo compuesto por individuos atrasados, intolerantes, violentos y profundamente incapaces de adaptarse a las sociedades secularizadas.
Leído así parece que los, por lo menos, atrasados e intolerantes somos los que decimos que los valores musulmanes y los que los defienden son contrarios a las sociedades basadas en la libertad individual.
Pero olvida el escritor un detalle. ¿Cuántos musulmanes creen en la libertad individual? ¿Cuántos musulmanes defienden la tolerancia (total) hacia el diferente? ¿Cuántos musulmanes abogan por la libertad sexual total? Hace tres años escribí un texto en el que planteaba ocho preguntas para saber si un musulmán es moderado o no. Hasta ahora no he visto absolutamente nada en ese sentido en artículos de opinión. Mucho hablar de integración, muchos políticos celebrando las festividades musulmanas y mucho decir la obviedad de que no todos los musulmanes son terroristas. Pero, repito, nada (absolutamente nada) acerca de cuales son las opiniones mayoritarias entre los musulmanes sobre temas fundamentales (repito hasta la redundancia, fundamentales) relacionados con la libertad individual.
Y, guste o no a Alberto Priego y a Jorge Bustos, esas ideas contrarias a la libertad individual mayoritarias dentro de la comunidad musulmana son lo que produce la falta de integración de los musulmanes en las sociedades libres; falta de integración que a su vez es el caldo de cultivo que favorece el terrorismo musulmán; terrorismo musulmán que produce, como reacción, el injustificable terrorismo antimusulmán.
De hechos como la masacre de musulmanes en Nueva Zelanda sacáis conclusiones completamente equivocadas. No habéis entendido nada. Y las consecuencias de vuestra falta de entiendimiento seguirán y aumentarán (por muy condenables que esas consecuencias sean, que lo son y mucho).
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