En ajedrez hay una especie de sindrome que es cuando un jugador se da cuenta de que ha cometido un graver error que le ha llevado a perder una ocasión que le conducía a ganar la partida y que ahora el probable final será de tablas. Lo normal es que, aunque la posición haya quedado completamente igualada tras el error, el jugador intente darle la vuelta al enfrentamiento para coseguir la victoria, aunque esa victoria sea ya imposible. En muchas ocasiones esa insistencia en ganar una posición igualada le lleva incluso a perder la partida.
Esa es mi sensación sobre lo que le está pasando a Albert Rivera. Allá por marzo de 2018 (hace tan solo un año y medio) Ciudadanos estaba a la cabeza de las encuestas. Dos meses después el PP sacó adelante los Presupuestos con el apoyo de los naranjas. Unos días después salió a la luz la sentencia del Caso Gürtel, que demostraba la corrupción en el PP y dejaba en muy mal lugar a Rajoy. Pedro Sánchez vio que era su deseada ocasión, presentó la moción de censura y contra todo pronóstico la ganó. Y desde entonces el PSOE se ha consolidado como partido más votado y Ciudadanos ha caído al tercer lugar.
Está claro que cuando Ciudadanos estaba a la cabeza de las encuestas Albert Rivera debió haber retirado todo a su apoyo al PP, incluido y sobre todo el de los Presupuestos, para forzar unas eleccciones anticipadas. Elecciones que tal vez hubiera ganado y Albert Rivera hubiera podido ser Presidente de Gobierno, bien con el apoyo del PP o con el del PSOE.
Pero lo anterior, por un fallo de estrategia, no pasó y ahora la posición política ha cambiado drásticamente. Un error que hay que anotar que tampoco se le puede achacar en exclusiva a Albert Rivera. Y es que en aquel momento nadie conocía hasta que punto podía llegar la indignidad política de Pedro Sámchez y tampoco la desmemoria política de los votantes españoles.
Pero, volviendo a Albert Rivera, todo apunta a que no ha podido asumir ese error, sino que continúa intentando revertir la situación. El problema es que en ese intento esta sobreactuando y se está convirtiendo, como ya he dicho por aquí, en una auténtica caricatura de sí mismo. No solamente eso, sino que para intentar conseguir un liderazgo de la oposición se ha escorado hacia posiciones derechistas, echándose incluso en brazos del PP en muchos casos.
No creo, evidentemente, que debió apoyar a Sánchez. Pero sí que debería estar haciendo un discurso menos radical, más centrado, menos gesticulante, poniendo el acento en el fondo y no en las formas. Que es, dicho sea de paso, lo que poco a poco está consiguiendo Pablo Casado.
Mucho me temo que Albert Rivera está preso de ese síndrome ajedrecístico de la ocasión perdida y que si no asume su papel de partido centrista minoritario (al menos por el momento) y persiste en volver a la situación de marzo del pasado año lo que puede suceder es que pase exactamente todo lo contrario y que se estrelle electoralmente. Como aquellos jugadores de ajedrez que no saben asumir su error y, por no conformarse con entablarla, pierden una partida que tenían ganada, Albert Rivera, por no saber asumir su error estrátegico y conformarse con un empate político, puede llevar a Ciudadanos al desastre después de haber estado a punto de tocar la victoria.
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