Hace unos días Cayetana Alvarez de Toledo afirmó que "los errores que se cometieron en el PP vasco fueron porque se apartaron de esa consigna de que lo moral es lo eficaz, y se creyó que acercándose a posiciones más tibias, más de contemporización con el marco del nacionalismo, se podía obtener un mejor resultado".
A lo que el portavoz en el Parlamento Vasco, Borja Sémper, respondió a la portavoz del PP en el Congreso que "mientras algunas caminaban sobre mullidas moquetas otros nos jugábamos la vida en la calle defendiendo la Constitución".
Lo que hizo Sémper es la peor de las mentiras, que es una verdad a medias. Porque no tengo motivos para dudar que él y los actuales dirigentes del PP vasco se jugaron la vida en los años del terrorismo etarra. Pero no fueron solamente ellos, porque también se la jugaron otros como Mayor Oreja o María San Gil.
Utilizar argumentos personalistas emocionales sesgados, como hace Sémper, contra plantamientos puramente políticos, como los que presentó Cayetana, me parece simplemente miserable.
¿Por qué no habla este hombre de los resultados electorales? Me gustan los números, porque, siendo manipulables, lo son muchísimo menos que los brindis al sol. En las elecciones vascas de 2001 el PP vasco, bajo el liderazgo de Mayor Oreja, consiguió ser el segundo partido más votado, con 326.933 votos y 19 diputados. En las últimas elecciones autonómicas, las de 2016, el mismo PP vasco, ahora bajo el liderazgo del actual líder, Alfonso Alonso, pasó a ser el quinto partido en apoyo, obteniendo 107.771 votos y 9 diputados.
¿Dónde se han ido dos de cada tres (sí, dos de cada tres) votos al PP desde entonces? Todo apunta que al desencanto, a la abstención. ¿Y qué va a hacer Alonso y su equipo (entre ellos Sémper) para recuperarlos? De eso es de lo que deberian hablar y no para hacer criticas personales a Cayetana Alvarez de Toledo. No será así como revertirán ese estado de auténtica postración en el que está el PP vasco desde que, como dijo muy acertadamente Cayetana, dejaron los posiciones morales para acercarse al nacionalismo (que, recordemos, recogía las nueces del terrorismo).
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