Nunca lo había pensado:
Lo más preocupante, sin embargo, es que se considere a los rusos tan europeos como un francés. No lo son y no quieren serlo. Los rusos, que en su enorme geografía colindan hasta con chinos y norcoreanos, se creen rusos. Y punto. Son un continente en sí mismo.
Por no hablar del comportamiento de su líder, no muy en la línea de los valores europeos:
Vladímir Putin juega a otra cosa. Lo suyo es desestabilizar, como sea, a Occidente. Lo mismo apoya al derechista Viktor Orbán en Hungría como al izquierdista Nicolás Maduro en Venezuela. En el Medio Oriente, es aliado del estado clerical iraní, pero también del presuntamente socialista sirio. La ideología le importa un rábano. El objetivo es la desestabilización de sus enemigos. Su visión no ha cambiado mucho desde que fue entrenado como agente soviético. Hackea elecciones y hasta oleoductos. Ocupa países soberanos. Chantajea a otras naciones con el gas que calienta los hogares en invierno. Envenena, en Rusia, pero también fuera, a sus disidentes. Luego, si sobreviven, los encarcela. Trampea elecciones y así lleva 22 años en el poder.
Así son las cosas. Tal vez serían diferentes con alguien como Yeltsin o, sobre todo, Gorbachov en el Kremlin. Pero las cosas son como son, y alguien de ese talante ni está ni se le espera.
Y, regresando al primer párrafo, todo apunta a que la opinión pública rusa va en la dirección de la melancolía por el poder perdido. Perdieron la influencia sobre el bloque de Europa Oriental y ni tan siquiera supieron mantener unida la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que Gorbachov trató de convertir en la URS (Unión de Repúblicas Soberanas) y se la reventaron los militares con su frustrado intento de golpe de Estado que fue el detonante de que todo saltara por los aíres.
Y los rusos miran al pasado y quieren volver a ser lo que fueron (lo que ha sabido explotar a la perfección Putin). Algo completamente imposible, evidentemente; pero que ellos se niegan a ver.
Los rusos observan con desconfianza y hasta con altivez a la Europa democrática, a la cual miraron por 46 años (desde 1945 hasta 1991) desde las alturas (la CEE -precursora de la UE- estaba bajo el paraguas protector de EE.UU., que era con quien trataba la URSS), y ahora se niegan a aceptar tratarla como a un igual.
Por ello los rusos quieren ser rusos y solamente rusos, y no europeos. Así que efectivamente Rusia no es Europa.
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