Hace algún tiempo me llamó la atención la impresión en 3D. Muy interesante sin duda. Pero ahora me entero de que por este procedimiento se pueden fabricar también armas. Y el texto habla de un peligro:
La Policía considera que la amenaza surge desde el mismo instante que las armas son creadas, aunque los fines sean supuestamente recreativos -su mera fabricación ya constituye un delito-; porque al hacerse mediante una impresora 3D en lugar de en un taller autorizado, carecen de cualquier número de seguimiento o trazabilidad. Así, es posible que con el paso del tiempo se extravíen, terminen en el mercado negro y, finalmente, en manos de terroristas o criminales.
Bueno, todo es mucho más sencillo que esa parrafada. Los terroristas o criminales se las podrán (ya pueden) fabricar ellos mismos. Con un peligro añadido:
Las armas fabricadas en 3D tienen una ventaja nada desdeñable para los terroristas: al ser fabricadas en su mayor parte en plástico, pueden superar los controles en zonas de accesos restringidos, como aeropuertos o infraestructuras oficiales. Las autoridades no las pueden detectar por su material y sólo serían detectables por su forma.
El futuro ya está aquí. Con sus beneficios y, como el caso presente, sus inconvenientes.
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