martes, 4 de febrero de 2020

Entiendo la decisión de Inés Arrimadas pero no la comparto

Inés Arrimadas vio como ninguna otra persona la caída, después de una costosa subida, de Albert Rivera de un día para otro (literalmente). Y supongo que no quiere que le pase a ella lo mismo. Ciudadanos da la impresión hoy por hoy de que es un partido en descomposición, sobre todo por las peleas internas que aparecen a diario. No tengo datos que lo confirmen, pero no se me va de la cabeza que detrás de ello hay poderes muy poderosos (valga la redundancia); los mismos que hundieron al partido naranja en el pasado reciente y que en el presente alientan (económicamente, por supuesto) a tertulianos y columnistas a criticar con toda su dureza al partido centrista; y esos poderes estoy seguro que son los que, de una o de otra forma (tienen muchas), están haciendo que el proyecto implosione. La última ocurrencia ha sido, como saben perfectamente que no hay alternativa al liderazgo de la jerezana pero no se fían de ella, intentar atarla políticamente de pies y manos creando un poder territorial en Ciudadanos, algo que ella no está dispuesta tolerar.

¿Que no me creen cuando digo que detrás de todo ello lo más probable es que haya, repito la redundancia, oscuros poderes muy poderosos? Pues entonces vean las noticias que están apareciendo casi a diario sobre como las empresas se las gastaban (nunca mejor dicho) contra los díscolos utilizando a Villarejo. ¿Y alguien puede creer que no hay más (muchos más) Villarejos, de distintos tipos (policiales, periodísticos, políticos, etc.)?

Y todo lo anterior aderezado con unas encuestas en las que Ciudadanos no levanta cabeza, y que si se confirman los magros resultados en las esperadas convocatorias electorales de este año lo más probable es que los críticos no tardasen en pedir la dimisión de la líder.

Ese es el negro (negrísimo) panorana al que se enfrenta Inés Arrimadas. Ante ello parece que ha optado por una integración de Ciudadanos en el Partido Popular a cámara lenta, que empezaría por una coalición en las autonómicas catalanas, vascas y gallegas, pero que probablemente tendría su lógica continuación en una unión total para las generales de dentro de dos o tres años.

Con esa fusión lo primero que haría sería asegurarse su futuro político. No me cabe la menor duda de que ella podría ejercer con éxito una posición en la empresa privada (algo que no se puede decir de la mayoría de los líderes políticos españoles, dicho sea de paso). Pero tampoco me cabe la menor duda de que lo que le apasiona es la política, como se puede ver cada vez que se sube a la tribuna o habla en público. Y ella (inteligente, joven y mujer) tiene un brillante futuro. Así que si entra de la mano de Casado en el PP siempre tendrá un puesto de relevancia, nacional o autonómico. Pero es que existe la posibilidad de que si Casado se la llega a pegar (algo que no es descartable, dada la ineptitud del personaje), Inés Arrimadas pudiera ocupar su lugar tras presentarse y ganar esas extrañas primarias del PP a vuelta y media.

Todo ello lo entiendo perfectamente. Pero no lo comparto. Porque no se puede ser centro y unirse a uno de los lados. Esa unión ya se viene viendo de hecho allá donde Ciudadanos gobierna, siempre con el PP; con el agravante de que en muchos sitios lo está haciendo con el apoyo de un partido como Vox. Probablemente las circunstancias políticas actuales le han conducido a ello. Pero es lo que hay. Y si Inés Arrimadas no lo remedia (y no parece que vaya a hacerlo) Ciudadanos se habrá convertido en un partido básicamente de centro derecha.

Y en esa tesitura nos encontraremos, una vez más, con el centro político español completamente vacío. Y con un Valls que probablemente intentará llenarlo. Un Valls que, resumiendo, no pasaría de ser una sucursal menos extremista del PSOE, puesto ahí para intentar engañar a algunos incautos.

¿Hay solución a todo este laberinto político? Si, por supuesto. Siempre la hay. Pero pasaría por retomar aquella senda de Albert Rivera de ni rojos ni azules, de lucha contra la corrupción de ambos lados, de defensa a ultranza de la independencia del Poder Judicial, de aportar a la vida política española propuestas verdaderamente liberales, entre otras cosas. De montar un verdadero partido de centro liberal, del que España está tan necesitada. Y para el que hay espacio suficiente, ya que el PSOE se ha podemizado (y separatizado, valga el palabro) y el PP se está voxizando a marchas forzadas. Un partido centrista que no sería mayoritario, ni ahora ni probablemente nunca (a menos que los votantes españoles valorasen algún día el valor del centro liberal, algo posible pero muy improbable).

Porque aquella masa de votantes que le daban al Ciudadanos de Rivera la primera posición no eran ni centristas ni mucho menos liberales, sino simplemente votos del cabreo, que se pasaron a Vox en cuanto vieron que los voxeros se mostraban más cabreados que los naranjas.

Lo que habría que hacer, resumiendo, es comenzar desde abajo a edificar un verdadero partido centrista liberal, sin pausa, sí, pero sobre todo sin prisa. Algo que tal vez las presentes circusntancias politicas hagan imposible para Ciudadanos y para Inés Arrimadas.

En vez de ello posiblemente veamos no tardando mucho a Ciudadanos dentro del PP y a Inés Arrimadas al lado de Pablo Casado. Tal vez comprensible. Pero triste, muy triste.

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