Menuda se ha montado con la filtración del borrador de la sentencia sobre el aborto del Tribunal Supremo de Estados Unidos, que apunta a que ese aborto será derogado como un derecho constitucional dentro de los primeros tres meses del embarazo.
Y es que la decisión sobre el famoso caso Roe contra Wade fue del todo ideológica y nada jurídica. Porque no hay que ser un experto en temas judiciales para darse cuenta que la Constitución de Estados Unidos no dice nada del aborto (ni, dicho sea de paso, del matrimonio homosexual). Y, es más, es evidente que en la mente de los que escribieron esta declaración no estaban ninguna de estas dos cuestiones.
¿Y éntonces? ¿Cuál es la solución? Hay dos. La primera, que sean los estados los que legislen sobre estas dos cuestiones, como sobre cualquier otra (delitos, pena de muerte, etc., etc.). Y la segunda, si eso no parece suficiente, que los del Partido Demócrata intenten una reforma constitucional que incluya el aborto como derecho (y el matrimonio homosexual). Lo contrario, ir por la vía del derecho constitucional, es un atajo y una injusticia que les ha dado resultado en los dos temas, por la vía de que un puñado de jueces (nueve) decidan lo que solamente deberían decidir los legisladores de los estados.
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