Rita Barberá resultaba incómoda para muchos y, lo que es peor, peligrosa para bastantes. Sabía mucho. En realidad sabía demasiado. Y una mujer de fortísimo caracter como era seguro que no estaba dispuesta a cargar con el mochuelo ella sola. Sobre todo porque lo que pasó no fue en beneficio propio, sino del partido, un partido que cuando se destapó el asunto la dejó tirada. Y claro, por eso había miedo. Mucho miedo. Demasiado miedo.
Pero un oportuno para muchos ataque al corazón vino a despejar ese miedo. Curiosamente sucedió en Madrid, lejos de su Valencia y de su familia, en un hotel donde comenzaron los síntomas cuando estaba completamente sola. En ese Madrid donde Rita Barberá creaba miedo por el peligro que suponía. Y ahora ese miedo se ha tornado en alegría, escondida, por supuesto, detrás de las lagrimas de cocodrilo. Porque, además de que Rita Barberá ya no hablará, ahora tienen también a quien cargarle lo que pueda venir. Y es que ya sabemos que siempre la culpa es del muerto.
Lo dicho, qué casualidad. Pero no pasa nada, es solamente eso, una casualidad. Y nada más. Porque aquí, como dijo un famoso expresidente de gobierno, ni hay pruebas ni las habrá.
Desde Podemos e IU niegan a Rita Barberá el homenaje que sí dieron a tiranos y asesinos
ResponderEliminarEs que ya sabemos que si uno quiere ser bueno... lo que hay que hacer es morirse.
EliminarLas casualidades siempre benefician al que más manda. Para que algo beneficie al que no manda hay que trabajar muy duro.
ResponderEliminarSiempre me han llamado la atención estas casualidades, en que así, como quien no quiere la cosa, se despeja el camino para los que ocupan el Poder.
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