Totalmente injustificable sin duda. Pero a la vez previsible. Estamos hablando de casi niños en unos casos y de niños absolutamente en otros, envueltos en relaciones sentimentales de adultos, sexo incluido. Cuando deberían estar jugando con juguetes, están jugando con sus sentimientos y los de otros, incluyendo, por supuesto, las relaciones sexuales. Es, por así decirlo, como poner a un chico de catorce años a los mandos de un camión artículado de seis ejes y cincuenta toneladas. A nadie se le ocurriría semejante barbaridad. Pero es lo que la sociedad española está haciendo, animando a esos mismos jóvenes a experimentar con sus sentimientos, los de los demas y el sexo, a unas edades en que emocionalmente no están ni remotamente preparados para ello. Y las consecuencias son las que son.
¿Hay solución? Sí, la hay. Ya hice referencia a ella hace alrededor de un año. Potenciar la moral cristiana y la familia. Pero nadie lo hará. Se les seguirá animando a experimentar con sentimientos y sexo a edades cada vez más tempranas. Y las consecuencias continuarán y empeorarán. Por desgracia.
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