He sentido auténtica vergúenza ajena al comprobar por parte de la prensa española el grado de incompetencia por un lado y el amor al periodismo carroñero por otro, ejemplificados en el caso de la muerte de Blanca Fernández Ochoa.
Al poco que se supo que había aparecido el cadáver ya aparecieron noticias, basadas en las famosas fuentes cercanas a, que nos decían que tenía un fuerte golpe en la cabeza. Posteriormente se habló de fuertes contusiones en el cuerpo. Finalmente nada de nada, sino un suicidio por ingesta masiva de medicamentos. Suicidio que hemos sabido fue la principal hipótesis desde el principio que tuvo la Guardia Civil. Vamos, como para fiaerse de esas fuentes cercanas a a las que tanto recurren los periodistas, que cada vez está más claro que mienten descaradamente dando su opinión camuflada como esas informaciones privilegiadas que en la mayoría de los casos, como en el presente, simplmente no existen.
Incompetencia a la que hay que añadir el periodismo sensacionalista carroñero, encabezado por Pedro J. Ramírez y su digital El Español, que en cuanto huele a muerte se lanza como un buitre a dar los detalles más morbosos que puede.
Este es el periodismo español. Si no fuera por los sobornos que recibe de partidos políticos y empresas para que les tapen sus trapos sucios yo creo que el 90% de periódicos y digitales habían desaparecido.
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