Cada vez que muere una mujer asesinada por un hombre aparece alguna campaña, manifestación, pancarta, mensaje o lo que sea con el lema 'nos están asesinando a todas'. Eso teniendo en cuenta que el pasado año murieron en España 47 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. Asesinatos ante los cuales se hizo un enorme ruido, necesario sin duda.
Pero el número de suicidios en España en 2017 fue de, ojo al dato, nada más y nada menos que 3.679. Algo simplemente espantoso. A lo que cabe añadir que según los datos que baraja la Organización Mundial de la Salud en España se producirían entre 100 y 200 intentos de suicidios diarios (de los que, como hemos visto, diez consiguen su terrible objetivo, repito, cada día).
Y, a nivel social, no pasa absolutamente nada. Como decía un artículo de El Mundo al que hice referencia por aquí:
La epidemia que no abre telediarios. El problema de salud sin anuncios en la tele, ni euros en los presupuestos, ni asignatura en las universidades.
Lo terrible es que muchos suicidios podrían evitarse. Porque la penúltima conclusión de ese artículo es ésta:
-«Quien se suicida quiere matarse». Falso. Nadie quiere morir y menos matarse, quiere dejar de sufrir. Nadie que es feliz se suicida.
Completamente de acuerdo. Puede ser que un número mínimo de personas que se suicidan lo hagan porque desean morir. Pero estoy convencido de que la inmensa mayoría lo hacen porque no quieren vivir la vida que viven, y porque nadie les ha mostrado una mano amiga a la que aferrarse, nadie les ha ayudado a encontrar una razón por la que vivir, un objetivo por el que luchar.
Y así concluye el citado artículo:
En Estrategias contra el Suicidio, la Fundación Salud Mental lanza una vacuna: «El suicidio se puede prevenir, sólo hacen falta políticas inexistentes en España. Hablar sobre suicidio ayuda a prevenirlo».
Porque nadie quiere hablar del tema. No da votos. No crea coflicto social. Solamente salva vidas. Sin más.
Y es que aún el suicidio en la España de hoy es causa de vergüenza. Por eso la familia de Blanca Fernández Ochoa no ha querido hablar de suicidio. Por eso la prensa seria ha pasado de puntillas sobre el asunto. Y la que no lo ha hecho ha sido la prensa carroñera, para tratarlo desde el punto de vista morboso. Pero no he leído ni un solo análisis serio de la cuestión. Nadie se ha planteado qué se pudo hacer para que Blanca no se suicidara, dónde estuvo el fallo. No para buscar culpables, algo que no tiene el menor sentido. Pero sí para intentar en la medida de lo posible que alguien que esté pasando por circuntancias parecidas opte por el mismo camino.
Cuando muere una mujer por asesinato machista leemos por todos lados que 'hay que tomar medidas para que esto no vuelva a suceder'. Con razón. Ante el suicidio de Blanca Fernández Ochoa no lo he leído ni una sola vez. Ni una. ¿Acaso no hay que tomar medidas para que la auténtica epidemia del suicidio en España lo sea menos? Pues por el silencio en ese sentido parece que desde todos los estamentos sociales y políticos piensan que no.
Por eso no veremos una manifestación, o una campaña, o un lema siquiera que diga 'nos están suicidando a tod@s'. Sería una exageración, sin duda. Pero lo que está claro es que las Administraciones (central, autonómicas, de la ciudad, educativas, etc.) estás colaborando pasivamente con el suicidio, al no destinar recursos que destinan (y malgastan) a manos llenas a otras cuestiones que consideran más productivas electoralmente.
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