En éste, como en todos los temas, intento separarme de todo radicalismo extremista (valga la redundancia). Defiendo la libertad y por lo tanto creo que cada cual tiene el derecho a optar libremente por ser heterosexual, homosexual, bisexual, transexual o lo que le venga en gana, sin ser criticado, menospreciado, ridiculizado o discriminado por ello. Punto.
Ahora bien, igualmente que creo en la aplicación de la libertad para ello también creo en la misma aplicación de la libertad en sentido contrario. Lo que quiere decir que nadie debe imponer a otra persona, explítica o implícitamente, que opte por alguna de las opciones mencionadas. Y eso es lo que, desde la lejanía, me temo que está sucediendo, en Europa Occidental en general y en España en particular. Una vez aceptadas la homosexualidad y la bisexualidad como opciones que pueden ser libremente escogidas, ahora los llamados colectivos LGTBI han puesto el punto de mirar en la transexualidad.
Pero dicha transexualidad tiene unas connotaciones que no existen en la heterosxualidad, homosexualidad o bisexualidad. Se trata no solamente de una opción sexual, sino de una no aceptación de sí mismo, lo que va a llevar a que se produzcan cambios en la dirección que la persona desea. Unos cambios que muchos de ellos serán irreversibles, y que en algunos causos pueden ser indeseables en el sentido de que no serán lo que la persona pensaba o que no producirán los efectos que ella pensaba.
La heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad son reversibles en función de la propia libertad individual. Pero la transexualidad no lo es cuando se toma el camino de no limitarse a la forma de vestir o llevar el cabello, sino a aplicación de tratamientos hormonales, no digamos quirúrgicos.
Llegados a este punto hemos de concluir que la transexualidad no es algo que se puede tomar a la ligera. Evidentemente cada cual puede decidir hacer lo que quiera con su cuerpo, y estará obligado a asumir las consecuencias.
Lo preocupante es que algo de unas consecuencias tan drásticas se esté vanalizando desde esos colectivos LGTBI que mencioné antes. Y no solo desde esos colectivos, sino que desde estamentos socialies y políticos se estén aceptando esas filosofías sin ningún tipo de reparo.
Y lo anterior se torna extremadamente grave cuando hablamos de niños y niñas trans. Niños y niñas que, en función de esa vanalización de la transexualidad por los colectivos LGTBI que llega hasta las mismísimas escuelas, pueden decidir ser trans como un capricho, sin tener ni la más mínima idea del camino y las consecuencias que está empezando a andar.
La realidad, cruda y terca ella, es que las tasas de suicidio son mayores en los homosexuales que en los heterosexuales, e igualmente son mayores en los transexuales que en los homosexuales. Se podrá decir una y mil veces que la culpa de ello es el rechazo social, sin que ello solucione el problema. No diré que en algunos casos ese rechazo social puede ser efectivamente la causa del suicidio. Pero está claro que no puede ser así en la mayoría de los casos, sobre todo en sociedades como la europea occidental en general y la española en particular, que acepta esa opción como algo normal. Sin ser experto en la materia está claro que tiene que ver con la no aceptación de su cuerpo, o de las circunstancias que han llevado a la persona a tomar esa decisión, o de las consecuencias de esa decisión (que probablemente no fueron las que ellos pensaban).
Mucho me temo que los colectivos LGTBI están haciendo con su promoción de la transexualidad un experimento social. Allá cada individuo, familia o sociedad con sus decisiones. Pero es lamentable que los más pequeños, niños y jóvenes, estén quedando completamente desprotegidos de defensores de filofías a los que la libertad individual y el individuo como tal les importa menos que nada, ya que los único que les interesa es promocionar sus ideas, al precio que sea. Un precio que en muchas ocasiones incluye el suicidio porque la persona no ha podido llegar al punto que se imaginaba, punto que chocaba contra la realidad. Porque alguien simplemente se lo ocultó.
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