viernes, 29 de noviembre de 2019

El maldito Vox que acabó con los benditos consensos

Hace algún tiempo en la tertulia del informativo matinal de RNE un periodista se quejó amargamente de que el gran problema de que Vox hubiera llegado a la política española era que ahora había que debatir sobre asuntos que antes estaban asumidos por todos. Y, por supuesto, ninguno de los compañeros tertulianos le llevó la contraria.

Si lo anterior es así (y me temo que así es) bienvenido sea Vox. Y lo dice alguien a quien, como liberal, le repatean muchas ideas de Vox y que nunca apoyará a dicho partido de extrema derecha. Porque en una sociedad formada por ciudadanos que viven en libertad todo debe ser debatido. Temas políticos, religiosos, éticos, etc. Nada debe ser excluido del debate. Porque solamente así, en la comparación de ideas a través del debáte pacífico y respetuoso, es como se puede llegar a tomar una decisión basada no en la ideología, sino en los hechos.

Hace un par de días otra de las tertulianas se escandalizó de que "en Andalucía, debido a la influencia de Vox, han creado un 'teléfono para violencia intrafamiliar'", y recalcó a continuación "'para violencia intrafamiliar', sí", como si fuera algo espantoso. Y nadie, por supuesto, le preguntó que cuál era el problema de ello.

Porque parece ser que nadie que quiera ser respetado en el mundo políticamente correcto se puede cuestionar que existan otro tipo de violencias en una casa. Parece que algo así le coloca a uno cercano a ser un fascista. Como fascistas deben ser, entoces, todos los legisladores estadounidenses, includos los demócratas más izquierdistas, porque en este país lo que existe es la calificación de violencia doméstica, y ante cualquier llamada a la policía por una cuestión así los agentes arrestan al que golpeó al otro, independientemente de su sexo, orientación sexual o relación entre ambos.

Parece que esas verdades absolutas no lo son tanto desde la llegada de Vox. Repito, bienvenido sea.

Pero tampoco es que con Vox sea oro todo lo que reluce. Porque dentro de Vox hay muchos (probablemente la mayoría) que tampoco quieren discutir otras verdades absolutas, esta vez las suyas. Me ha pasado en la red. Optan mejor por la descalificación y/o la huida antes que por el debate cuando se les cuestiona. Está claro que la extrema derecha, como la extrema izquierda, a poco que se le presione un poco muestra de donde cojea.

Tal vez el problema sea en general de la sociedad española, donde probablemente haya pocos ciudadanos que viven (o quieren vivir) en libertad, sino que la inmensa mayoría prefieren ser súbditos no ya de reyes (que también), sino de partidos y de ideologías, queriendo cuestionarse a través del debate poco o nada lo que creen.

Pero, sea como fuere, si el maldito Vox ha llegado para acabar con los benditos consensos, bienvenido sea. Algo es algo.

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