No sé en cuantos sitios he leído a lo largo de los últimos años esa estúpida admiración por el capitalismo económico de China. Yo, como liberal, siempre he defendido la libertad en su conjunto, y no creo que haya nada que admirar en un brutal sistema político comunista como el Chino, que viola sistemáticamente todas las libertades individuales y los derechos humanos, por más que haya adoptado el capitalismo para que se aprovechen del mismo las élites comunistas del país. He escrito muchas veces que la libertad es una sola, y que la falta de libertad política acaba contaminando la poca libertad económica.
Lo anterior me lo confirma cuando leo sobre la calidad de los productos chinos y la seriedad de sus acuerdos. Dicen que no hay mal que por bien no venga, y si algo tiene la actual brutal pandemia es que nos ha enseñado que no podemos depender del mercado chino para abastecernos de productos de primera necesidad.
Más tarde o más temprano la crisis sanitaria del coronavirus pasará, y será entonces cuando nuestras sociedades libres pondrán el foco en abandonar la dependencia de China y recurrir al autoabastecimiento. Algunos dirán que eso es imposible, por el bajo coste en China. Yo digo que cuando se quiere, se puede. Y para demostrarlo vale la pena recordar cuando dependiamos de los países árabes para nuestras necesidades petroleras. Hasta que Estados Unidos se cansó de ello, se dedicó a extraer todo el petróleo que podía y hoy somos libres de aquella dependencia. Pues algo parecido pasará con los productos chinos en el medio plazo, una vez comprobada su falta de calidad y de seridad. Al tiempo (y no mucho).
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