Leo, entre otras cosas, que la Iglesia Católica francesa venderá bienes para pagar a las víctimas de abusos, que en ningún caso se recurrirá a las donaciones de los fieles, pues ese dinero se debe seguir destinando a pagar a los sacerdotes y a las obras sociales y de caridad, que las diócesis se desprenderán de parte de su patrimonio, echarán mano a sus reservas financieras y se endeudarán si deben hacerlo para resarcir a las víctimas y que una instancia independiente, presidida por una prestigiosa jurista, Marie Derain de Vaucreson, de 52 años, especializada en la protección de la infancia, gestionará las reparaciones.
Habrá que estar atentos a la evolución del asunto, pero desde luego el principio del camino es el correcto. Porque, en palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, Éric Moulins-Beaufort, arzobispo de Reims, la Iglesia reconoce “su responsabilidad institucional” en la cuestión de los abusos porque aunque éstos fueron cometidos por una minoría, la Iglesia es culpable de falta de vigilancia y control interno, y de haber cerrado los ojos e infravalorado el problema y por lo tanto de esa responsabilidad institucional se deriva “un deber de justicia y de reparación”.
Repito, esa es la dirección correcta. Asumir responsabilidades y obrar en consecuencia. Algo que está haciendo la Iglesia Católica francesa.
Y que contrasta por completo con la actitud de la Iglesia Católica española de negarse a investigar los abusos sexuales en su seno de clerigos a niños e intentar comprar el silencio de las víctimas.
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