Cuando me enteré del asqueroso comportamiento del Dalai Lama con un niño, escribí un texto y lo programé para ayer. Después me crucé con el extraordinario artículo de Ane Ibarzabal, Asco, que enlacé por aquí. Ella escribe, casi al final, estas frases:
Sin embargo, me pregunto ahora cuántas cosas no sabremos, cuántas nos habrán ocultado, cuántas conocen solo quienes las han vivido con él en primera persona. Demasiadas, quizá. Demasiadas.
Y tengo que estar en completo acuerdo. Porque uno se pregunta que si suceden cosas así en público, ¿qué no sucederá en secreto? Si es aplaudido y admirado, incluso cuando comete el asqueroso acto, ¿cómo aprovechará ese aplauso y esa admiración para llevar a la práctica sus más perversos deseos en la oscuridad?
Es difícil de creer que un hombre que tiene es poder casi ilimitado, y que se comporta tan asquerosamente en público con un niño, no se comporte aún más asquerosamente cuando está en la intimidad.
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