Llama la atención como la prensa ha tratado el asqueroso hecho del Dalai Lama con un niño (beso en la boca e intento de que el crío le chupara la lengua). Lo más que he leído es que son imágenes perturbadoras. Y tanto. ¿Pero solo eso? ¿Solo imágenes perturbadoras? ¿No hay pederastia, intento de abuso sexual, abuso de poder?
Pero es que muchos medios, además, nos ilustran con la información de que eso de sacar la lengua es una forma de saludar en el Tibet. Ya, pero es que el anciano líder religioso no saca la lengua para saludar al niño, sino que le pide que se la chupe, que es un muy diferente.
¿Se imaginan que el vídeo hubiera estado protagonizado por un obispo católico? ¿O por un pastor evangélico? No les digo si hubiera sido el mismo Papa el que hubiera tenido la ocurrencia de besar a un niño en la boca y luego pedirle una chupada de lengua. A cualquier de ellos les hubiera caído la del pulpo. Hubieran sido quemados en la plaza de la prensa. Y con razón. Con toda la razón. Pero cuando es el Dalai Lama el que protagoniza el pederasta acto, entonces se pasa de puntillas sobre el tema o directamente se mira para otro lado. Siempre las dos varas de medir. Aunque haya niños como víctimas.
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