Hace poco mi hija me comentó que no mucho tiempo después de entrar en la compañía otra trabajadora le dio el consejo de que, si la llamaban a la oficina del director por un problema con un hombre, independientemente de quien fuera el hombre y la culpabilidad, debía llegar llorando, porque eso le aseguraba casi al 100% que saldría indemne de la situación. "Que para eso somos mujeres", terminó la otra trabajadora.
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