Todas las grandes potencias tienen trapos sucios que esconder. Incluidos asesinatos. Pero lo de Arabia Saudí ya cruza todos los límites. Ya
empezaron el teatro y ahora lo
continúan. Pero de una forma que uno, no ya como defensor de los derechos humanos (desde cuyo punto de vista ya he escrito aquí que lo sucedido me parece espantoso), sino como mero observador, siente auténtica vergüenza ajena por lo que lee. De verdad, nunca esperé nada bueno de nigún país musulmán. Pero tampoco pensé que llegarán a este nivel de ridículo.
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