Tenía yo tan solo 15 años cuando llegó a mis manos un ejemplar de la Constitución Española exactamente igual al que ilustra este texto, que encontré en nuestro buzón, ya que yo era el encargado de recoger la correspondencia en casa. Corría el otoño de 1978 y faltaban creo recordar que pocos días para que se votase dicha Constitución en referéndum, cosa que sucedería el 6 de diciembre.
Una vez que la tuve me la leí por completo, de tapa a tapa (aunque yo no tendría la oportunidad de votarla). Hubo cosas que me gustaron mucho, otras algo y otras nada. Y entre estas últimas está el sistema de elección del Presidente de Gobierno (artículo 99). Desde antes que la Constitución fuera una realidad y con unos cortos 15 años pude ver que el sistema tenía problemas. ¿Y qué si los votantes dan su apoyo a tres o cuatro partidos que tienen programas incompatibles entre sí? Esa fue la pregunta que me vino a la mente. Y la respuesta que me di fue que entonces habría repeticiones electorales quién sabe hasta cuando.
Me pareció en aquella primera lectura que la solución más factible era una elección directa del Presidente de Gobierno por los votantes, y que si ninguno conseguía más de la mitad de los votos, que fueran a otra votación los dos con más apoyos. Repito, con 15 años y sin prácticamente ningún conocimiento político más allá de un incipiente interés por la política.
Desde entonces sigo manteniendo la misma posición, ahora además de por sentido común también por mi declarada defensa de la libertad.
Por ello estoy convencido de que lo que estamos escuchando estos días de que los políticos no hacen su trabajo, de que deberían acordar un gobierno y demás, son una sarta de auténticas tonterías.
Los votantes, lógicamente, votan lo que quieren y por las razones que les apetece. Y esos partidos en principio están obligados a hacer lo que prometieron a los votantes. Si los programas son incompatibles entre sí, y quieren seguir manteniendo el apoyo de los que les votaron, no pueden apoyar a un candidato que defienda ideas contrarias a las suyas. Todo esto es de sentido común.
Por lo tanto lo que falla es el sistema constitucional, que es lo que yo he llamado vez tras vez en este blog un sistema partidocrático (los que redactaron la Constitución optaron claramente por dar mucho poder a los partidos políticos). Mucho ha tardado en que el fallo se haya llevado a la práctica.
Lo que no entiendo es que nadie (ni tan siquiera Vox), visto en la práctica el error que se cometió, proponga un cambio consticuional en la línea de una elección directa a doble vuelta. Que sería lo más lógico. Y que, además, creo que sería muy bienvenido por los votantes.
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