Si Pablo Iglesias pensaba que él tenía el colmillo retorcido, Pedro Sánchez le está dando lecciones en abundancia sobre el tema. Menudo es el inquilino de La Moncloa. Y si no que se lo pregunten a Mariano Rajoy, que cuando lo del 155 le llegó a considerar su amigo, incluso hasta darle un tour privado por el palacio de gobierno. Y luego ya comprobó lo que pasó por darle la espalda. Puñalada y a notarizar.
Pues por ahí andan las cosas con el de la coleta. Le tiene atado por los nombramientos ministeriales que ha hecho, que le dejan sin margen de maniobra en temas tan importantes para el neocomunista como defensa, asuntos exteriores, economía o control de los medios informativos. Ahí quedó, sin ir más lejos, la creación de la cuarta vicepresidencia para limitar aún más el escaso poder que ya tenía, que ahora viene a ser algo cercano a cero, reducido básicamente al valor testimonial de la posición.
Pero es que también Sánchez ha domado a la fiera que aparentemente era Iglesias. Ahora el nuevo burgués hasta anda diciendo que sabía lo de la cuarta vicepresidencia (como chiste no está mal) y que Dolores Delgado merece una oportunidad, porque lo de las cloacas y demás, pues nada, pelillos a la mar (un chiste aún mejor que el anterior). Hay que ver como la gente cambia cuando tiene un carguito, aunque sea meramente testimonial, ¿eh?
Pero lo mejor es lo del bozal. A bocazas no le gana nadie al de la coleta. Por eso el guapo mozo monclovita le ha puesto el bozal del acuerdo de que no puede criticar las actuaciones de otros miembros del gabinete. Y eso va a ser para sentarse a verlo cuando lleguen muchas de las decisiones no extremas de los socialistas, empezando por las económicas.
No me gusta para nada Pedro Sánchez. Pero tengo que reconocer que en esto de atar, domar y ponerle bozar a Pablo Iglesias me ha dado una pequeña alegría. Por lo demás, la cosa promete. Mi vendedor de palomitas está supercontento.
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