Ayer se aprobó en el Congreso de los
Diputados de España de forma definitiva la ley que legaliza la eutanasia en España (la cual, dicho sea de paso, es una auténtica excepción en el derecho internacional). Sigo manteniendo la misma opinión que expresé y compartiendo los argumentos que leí brillantemente expuestos a Cristina Losada en dos textos de los que me hice eco (uno y dos).
Y sí, desde un punto de vista de la libertad individual suena muy bien que cada cual muera cuando quiera. Pero, ¿de verdad es la persona la única que toma la decisión de morir? ¿O en muchos casos, probablemente la mayoría, son otras las personas que toman la decisión por ella de que debe morir? Puede que se empiece con lo primero, y debo reconocer, sin ser un experto en la mateira, que la ley española parece garantista en ese sentido. Pero la experiencia acumulada nos dice que rápidamente se llega a lo segundo. Y es lo que mucho me temo que pasará en España. Y muy pronto. Y para lo anterior solo hay que recordar, por ejemplo, la ley del aborto de Felipe González, recortada en parte posteriormente por el Tribunal Constitucional. Aquella ley luego fue ampliada salvajemente por la ley del aborto de Zapatero-Rajoy, de la que llevamos a la espera de que el Tribunal Cosntitucional se pronuncie durante diez años y nueve meses.
Por cierto, ¿alguien se acuerda del doctor Montes y su equipo Sendero Luminoso (uno y dos)? Pues eso era sin la ley de eutanasia. Y se quedó en nada. Así que podemos empezar a imaginarnos (destaco: empezar) lo que se viene encima en España con el tema de la eutanasia.
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