Durante los cuatro años de mi hija en la high school me tocó ir a ver
un partido de fútbol americano cada dos semanas (cuando
jugaban en casa) en la temporada de este deporte (básicamente el otoño), porque mi hija participaba en el equipo de color guard, que intervenía en el descanso con un espectáculo en el terreno de juego, al sonido de la banda de música, que habían preparado durante toda la semana en un horario posterior a las clases (era lo suficientemente duro para que lo consideraran competición deportiva). Mi pequeña afición por este deporte creció y ahora disfruto ver por televisión los duros enfrentamientos entre los equipos profesionales de la NFL.
Recuerdo un día en que me dijo, toda ofendida ella (y con razón), que un integrante de la banda había comentado que el equipo de fútbol americano de la escuela había caído tan bajo que hasta tenía una chica que competía. Me sorprendió el tema de una chica jugando fútbol americano con chicos y ella me explicó que la jugadora era muy buena pateadora (normalmente el fútbol americano se juega con las manos, salvo unas pocas excepciones en las que se patea el balón), posición que normalmente no obliga al choque físico y que requiere la entrada en el juego de pocas ocasiones. Yo no me había dado cuenta de ello, porque con el uniforme que llevan es imposible en la distancia del estadio distinguir una chica de un chico. En los siguientes partidos me fije y efectivamente el pateador (pateadora en este caso) era de un físico más bajo y más delgado que los otros jugadores (la chica, por cierto, no parecía excesivamente fuerte); pero sí, pateaba muy bien, nadie le había regalado el puesto.
Me vino a la mente esta historia después de escribir mi artículo sobre el testimonio del hombre trans que ahora es una mujer y decidió competir contra hombres. Nadie le puso el menor problema a la chica de la historia de mi hija para que jugara en el equipo de fútbol americano de los chicos. Pero es imposible que un chico sea aceptado en un equipo de fútbol americano de chicas (que haberlos, haylos). Creo que sobra explicar las razones.
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