Leí con interés el testimonio personal de Iszac Henig, quien actualmente se considera un hombre, pero que nació como mujer. Es su vida, su historia, y nada tengo que añadir.
Ahora bien, en lo que respecta a su decisión de nadar contra hombres y no contra mujeres hay que dejar algo muy claro, por evidente que sea. Lo que Henig hizo, al renunciar a competir en la categoría femenina y pasar a hacerlo en la masculina, fue ponerse voluntariamente en desventaja contra sus competidores masculinos, por tener el desarrollo físico y la fuerza de una mujer. Ya lo dice en el título: Soy un atleta trans. Prefiero competir como yo mismo que ganar. Y lo deja aún más claro en el texto: no tengo el mismo éxito en el deporte que cuando estaba con el equipo femenino.
Es exactamente lo contrario de lo que sucede cuando alguien que nació hombre pasa a considerarse mujer y a competir contra mujeres. Se coloca en una situación de ventaja contra ellas, al tener el desarrollo físico y la fuerza de un hombre. Y eso es totalmente injusto para las mujeres biológicas.
Es muy interesante esta frase que Henig escribe en su texto:
Muchas personas tienen reservas o incluso se resisten con fuerza a la participación de los atletas trans en los deportes, y en especial en los equipos femeninos. Comprendo que a algunas personas les puedan preocupar la justicia deportiva o la igualdad. Pero lo que parece obviarse en esa conversación es nuestra humanidad.
Henig comprende que a algunas personas les puedan preocupar la justicia deportiva o la igualdad, entre las que, por supuesto, me cuento, pero aun así piensa que lo que no debe obviarse en esa conversación es nuestra humanidad. Y lo desarrolla más adelante de esta manera:
Creo que, cuando los atletas trans ganan, merecemos la misma celebración que los atletas cis. No estamos haciendo trampas por reivindicar nuestro verdadero yo; no hemos renunciado a nuestra legitimidad. Los deportes de élite siempre son una mezcla de ventaja natural o talento y de compromiso y esfuerzo. Ser un gran atleta depende de muchas cosas más que las hormonas o la altura. Yo nado más rápido de lo que nadarán jamás algunos hombres cis.
El problema radica en que los deportes de élite son efectivamente eso que dice Henig, una mezcla de ventaja natural o talento y de compromiso y esfuerzo, y cuando uno de esos factores no está presente se está en una clara desventaja o superioridad, dependiendo de la situación. El compromiso y el esfuerzo es cosa de cada atleta, pero no así la ventaja natural física. Lo demuestra el hecho de que ahora Henig no tiene el mismo éxito que cuando estaba en las competiciones femeninas.
Pero mientras tanto nos encontramos con otro atleta, Lia Thomas, mujer trans, que mientras que competía contra hombres mantenía unas marcas totalmente mediocres, ahora que lo hace contra mujeres arrasa en los campeonatos.
Sí, me parece muy bien que haya que respetar, como dice Henig, la humanidad de los deportistas trans. Pero esa humanidad no se puede poner por encima de, también en palabras de Henig, la justicia deportiva o la igualdad. La humanidad, es decir, los sentimientos de una persona, es algo totalmente respetable, pero en las competiciones deportivas no lo hacen exclusivamente los sentimientos, sino sobre todo los cuerpos.
Si alguien con cuerpo de mujer quiere renunciar a su derecho de competir contra mujeres para, asumiendo una clara desventaja, competir contra hombres, que lo haga. Pero a alguien con cuerpo de hombre no se le puede permitir que compita contra mujeres, por la enorme ventaja que ello supone.
Porque, para finalizar, es necesario recordar que las categorías femeninas se crearon por la diferencia en fuerza de las mujeres, para darles el privilegio de que pudieran competir entre iguales en fuerza (mujeres) y no contra más fuertes (hombres). Y no se las puede obligar a hacerlo, metiendo en sus competiciones a hombres fisiológicos. Muy diferente es si libremente alguna decide renunciar a ese privilegio de competir contra mujeres y pasa a hacerlo contra hombres en competiciones masculinas.
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