La llamada ley trans,
que ha sido aprobada definitivamente en el Parlamento hace unos pocos días, no es un
error, como muchos
dicen. Por el contrario,
es un enorme acierto. Probablemente sea el mayor acierto desde que Alfonso Guerra dijo aquello de que, tras el paso de los socialistas por el Gobierno, a España no la va a reconocer ni la madre que la parió. Fue hace 41 años y la España de entonces y la de ahora no tienen nada en común. Como tampoco la tendrá la España de ahora con la de dentro de otros 41 años. Y de eso, precisamente, se trata la ley trans.
Esta ley es un importantísimo paso (quedan muchos más, como ya dijo Irene Montero) para borrar las diferencias entre los sexos. Personas con cromosomas XX que son hombres, otras con cromosomas XY que son mujeres. Mujeres con barba y pene homosexuales, hombres que dan a luz. Niños maduros que antes de llegar a la adolescencia deciden hormonarse para ser niñas y extirparse el pene y los testículos, niñas maduras que antes de llegar a la adolescencia deciden hormonarse para ser niños y extirparse los senos; sin posible marcha atrás, ni unos ni otras. Hombres autodeclarados mujeres en los vestuarios, duchas y baños femeninos, con mujeres y niñas, sin ninguna limitación, dando rienda suelta a sus limpios o sucios deseos. Otros hombres igualmente autodeclarados mujeres, violadores, en las cárceles de mujeres.
Todas estas aberraciones biológicas y contra el más elemental sentido común (y las que vendrán) son las que la ley obliga a aceptar a la sociedad española. No importa la biología, lo que importa es la ideología. Y van a cambiar la sociedad actual española por otra sociedad, la que ellos desean, contraria a las más básicas leyes de la naturaleza. Y si por el camino se quedan muchos niños y niñas, chicos y chicas jóvenes, sanos, convertidos en enfermos crónicos, que posteriormente se arrepienten de haber comenzado un camino irreversible, a los promotores de esta ley no les importará lo más mínimo. Porque ese será para ellos un mínimo precio a pagar para conseguir la sociedad que ellos quieren.
No, no se han equivocado con esta ley canalla. Han acertado plenamente en el camino por el que ellos quieren obligar a que vayan todos los españoles. Esta ley trans es sin duda la mayor degeneración política desde que el PSOE llegó al poder en 1982. Porque es la piedra fundamental en la deconstrucción de la sociedad española, es decir, la destrucción de la presente con el objetivo de en su lugar crear otra que sea conforme a sus deseos.
Pero la culpa no es solamente de ellos. Es también de los que les votaron. Hace 41 años los españoles pudieron elegir entre derecha, centroderecha y centroizquierda. Eligieron, en cambio, PSOE. Y persistieron en ello vez tras vez. De aquellos vientos, estas tempestades. Dentro de pocos meses los españoles podrán elegir si quieren políticos que mantengan esta aberrante ley deconstructiva o prefieren políticos que la derriben. De esa decisión dependerá probablemente la España de dentro de 41 años.
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