Desde el principio me pareció sumamente sospechoso que el covid se originara en la ciudad de Wuham, que es donde China tiene su único laboratorio de bioseguridad de nivel 4. ¿Casualidad? Hombre, teniendo en cuanta que China tiene una superficie de más de nueve millones y medio de kilómetros cuadrados, cuenta con casi doscientas ciudades con más de cien mil habitantes y el país está habitado por casi mil quinientos millones de personas, el porcentaje de posibilidades de que el virus se originase precisamente en el mercado de animales vivos de Wuham, cuando hay miles de esos mercados a lo largo y ancho del enorme y superpoblado país asiático, es cercano a cero. Probablemente un cero, un punto, algunos ceros más y luego un uno. Matemáticamente eso quiere decir que simplemente era imposible.
Y ahora la realidad se impone, porque el Departamento de Energía de Estados Unidos se ha unido a otros organismos federales como el FBI en su conclusión de que el COVID-19 “muy probablemente” se originó por una fuga en un laboratorio chino.
No seré yo quien diga que lo hicieron a propósito. Pero es altamente probable que alguien se enfermó allí dentro y posteriormente lo transmitió a otros, tal vez incluso en el famoso mercado de la ciudad. Algo que con toda seguridad sabía el gobierno chino. Pero que con su tradicional opacidad lo negó, lo sigue negando y lo negará siempre.
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