Tres rápidas reflexiones (el tiempo no me da para más) sobre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas (sí, lo sé, con bastante retraso).
1. Nuevamente mostrar mi envidia porque se ha elegido un Presidente del Ejecutivo de forma verdaderamente democrática, es decir, por voto directo, y no como en sucede en España, en oscuros pactos de partidos.
2. Los franceses han decidido dar un paso adelante. No quieren avergonzarse de ser lo que son, franceses, y están dispuestos a luchar por seguir siéndolo. También están dispuestos a tomar las medidas necesarias para que la inmigración no acabe con su identidad nacional. Simplemente genial. Y nuevamente que envidia. Porque la situación española no soporta la más mínima comparación, con un país que se avergüenza de lo que, que está entregando su españolidad a los nacionalismos, y que se está diluyendo en una oleada de inmigración que no quiere ni intentar contener. Vergonzoso.
3. Primero fue Angela Merkel en Alemania, ahora es Nicolas Sarkozy en Francia. ¿Hay esperanza para que la Unión Europea, siguiendo el impulso franco-alemán, salve su identidad, y salga de esa miserable decadencia suicida en la que lleva inmersa demasiado tiempo? Puede ser que sí, quiero creer que sí, necesito creer que sí.
No por supuesto que no hay salvacion, y menos para españa, se hacercan momentos duros.
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