Rajoy, astutamente (muy) para él y peligrosamente (muy) para España, jugó a inflar a Podemos para dividir la izquierda y así poder seguir en el poder. Si no lo hubiera hecho probablemente el PSOE de Pedro Sánchez hubiera superado ampliando en votos y escaños al PP de Rajoy en las elecciones de 2015 y lo que ha pasado ahora de forma dramática hubiera ocurrido entonces de forma algo menos dramática. Sánchez hubiera ganado la Presidencia a lo Zapatero y Rajoy se hubiera tenido que ir. Con Podemos metiéndole el dedo en el ojo a Sánchez entonces y el famoso golpe interno (y probablemente externo también) del PSOE al susodicho después de las siguientes elecciones Rajoy ha podido aguantar a trancas y barrancas dos años y medio más de lo que, sin la existencia de Podemos, hubiera podido.
Al final el señor que nunca hacía nada en público, salvo manejar en privado todos los hilos para seguir gobernando, ha tenido que marcharse. No es una tragadia para nadie. Tampoco un drama. Los gobernantes llegan y se van. Punto. Le deseo, claro, como a todas las personas, que le vaya bien en lo personal. Que le irá, porque tiene las prebendas de los expresidentes de gobierno más un puesto seguro en el Consejo de Estado.
Veremos como sale el PP del atolladoro de la marcha de Rajoy. Y también veremos como sale España de este gobierno apoyado por sus enemigos, incluido el Podemos que infló el señor Rajoy.
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