Hace pocos días fue la cancelación del partido de fútbol amistoso entre Argentina e Israel por el hecho de que habría de jugarse en Jerusalén. Ahora la Unión Europea de Radiodifusión amenaza con vetar Jerusalén como sede del Festival de Eurovisión del próximo año (ciudad en la que, curiosamente, ya se han celebrado dos ediciones, la de 1979 y la de 1999).
Todos los países tienen el derecho a establecer su capital donde quieran. Todos menos Israel. Todos los países tienen el derecho a decidir en que ciudad de su país juegan los partidos de fútbol de su selección. Todos menos Israel. Todos los países tienen el derecho de celebrar el Festival de Eurovisión en la ciudad de su preferencia. Todos menos Israel.
Evidentemente cada país es muy libre de participar o no en los eventos que considere oportunos, sean deportivos o musicales, y por las razones que la parezca. Pero habrá que dejar claro que le están exigiento a Israel algo que no le exigen a ningún otro país. Y que la injerencia en los asuntos internos de Israel, hasta extremos verdaderamente groseros, se está tornando en algo común en la comunidad internacional, cada día más.
Israel es un país que está acostumbrado a avanzar en una soledad casi absoluta, solamente rota por unos pocos. Así nació y así creció. Y así parece que se va a ver obligado a seguir. El único país democrático de la zona, abandonado por los demás países democráticos, que prefieren ponerse al lado de una dictadura terrorista como es la de Hamas en Gaza, repito, cada día más y en más asuntos. Vergüenza.
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