La última ha sido Viktoria Marinova, en Bulgaria. Antes fueron Daphne Caruana en Malta y Jan Kuciak en Eslovaquia. A los que es posible que haya que añadir a Jamal Khashoggi, peridista saudí crítico con las autoridades de su país, afincado en Estados Unidos, y que entró en el Consulado de Arabia Saudí en Estambul y ya no salió.
Corren malos tiempos para la verdad. Y para los que deciden descubrirla. En cualquier parte del mundo. También en Europa.
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