Jose María Aznar le cogió una inquina tal a Mariano Rajoy que, con tal de atacarle, no reparó en nada. Llevó a la práctica, sin miramientos, el dicho de que el fin justifica los medios. Y con el fin de atacar a Rajoy se acercó claramente a Ciudadanos, inflando a dicho partido a costa del PP. Posteriormente hizo lo mismo con Vox, acercándose también a dicho partido, con el resultado de que igualmente lo infló a costa del PP.
Y todo porque Rajoy, legítimamente, decidió seguir su propio camino (que yo he criticado duramente) y no hacer lo que le parecía bien en Aznar. Contra Rajoy todo valía. Incluso, repito, inflar a Ciudadanos y a Vox a costa de dañar al PP.
Aznar, como expresidente de Gobierno y como presidente de honor del PP, debió mantener una posición institucional y simplemente no mojarse. No se trata de haber apoyado a Rajoy, sino simplemente optar por un pefil bajo, sin apoyarle ni criticarle. Pero eso no va con Aznar, que considera que nadie puede oponerse a él. Por eso dijo e hizo las barbaridades contra su partido que dijo e hizo.
Pero ahora que Pablo Casado ha llegado al liderazgo del PP, elevando a los altares peperos a Aznar, este último ha salido y va a seguir saliendo a luchar contra los partidos con los que, en la prácica, él mismo colaboró explícitamente para que estén en los níveles que hoy están, disputándole el electorado al PP y con la posibilidad de que este partido, si se confirman las encuestas, caiga a unos níveles inferiores incluso a la AP de Fraga (que ya es decir).
Aznar es un auténtico traidor al Partido Popular. Y lo mejor que podría hacer es desaparecer de la vida política española. Bastante daño ha hecho ya al PP a través de la traición (y por partida doble, además). Pero ahora a ese traicionero daño parece que le quiere añadir la vergüenza. La ajena cuando se le escucha, porque desde luego él no tiene ninguna.
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