Hace tiempo escribi una serie que titule Partidocracia y que pretendía analizar como casi siempre en España los que toman las decisiones son los partidos políticos y no los ciudadanos.
A nivel de elecciones generales terminé con la segunda de Zapatero. Tal vez lo retome algún día, porque hay que ver la que ha caído desde entonces, sobre todo en los últimos tiempos.
Son los partidos los que realmente cortan el bacalao, como pudimos ver en la legislatura fallida tras las elecciones de 2015 y en la del 2016, empezada por Rajoy con el extraño apoyo del PSOE y terminada por Sánchez con el apoyo de ultraizquierdistas, terroristas, secesionistas e indepedentistas.
Y ahora ya tenemos otra vez de vuelta la burra al trigo. Los votantes han votado, sí, pero está claro que no es lo mismo un Sánchez apoyado por Iglesias que por Rivera. Por no decir que si los números hubieran sido otros el Congreso hubiera tenido que decidir a quien elegía presidente, con varias posibilidades.
Esa elección claramente debería recaer en los ciudadanos (o, al menos, en los votantes). Y debería ser entre Casado y Sánchez. Pero nadie levanta la voz para criticar un sistema completamente indirecto, que está basado en el gobierno de los partidos (que son los que realmente tienen el poder).
Ahora vamos a asistir a la ceremonia de los pactos, muchos de ellos secretos. Pactos entre partidos, donde el votante ya no pinta absolutamente nada. Y así seguirá. Partidocracia española. Y de la buena.
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