Una historia de Berlanga. Lo cogen, lo sueltan, lo ponen en arresto domiciliario (sin vigilancia, oye tú), y cuando van a por él para entregárselo a Estados Unidos (donde, pequeño detalle, lo más probable es que le cayera la cadena perpetua), vaya,
el Pollo no está. Y claro,
Estados Unidos se mosquea. Y luego se extrañarán de que Estados Unidos pase olímpicamente de un socio tan de fíar y que pone tanto empeño en los intereses estadounidenses como España.
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