Escuché no recuerdo donde a un trabajador español quejándose amargamente de que llevaba encadenando contratos temporales un montón de tiempo. Y me vino a la mente que yo no tengo un contrato temporal. Porque no tengo contrato. Entré a trabajar a prueba por tres meses en una compañía... hace casi doce años. Unos ocho o diez meses después de entrar me ofrecieron trabajar a tiempo completo en vez de a tiempo parcial, para, según unas reglas de la compañía, poder optar a algunos beneficios más (vacacionales, de seguro médico y tener derecho -según, repito, las normas de la compañía- a más horas de trabajo semanales); pero eso fue una decisión de la empresa, porque hay trabajadores que siguen trabajando a tiempo parcial por muchos años, incluso teniendo sus cuarenta horas a la semana.
¿Por qué cuento esto? Porque, sin ser un experto en la materia, me parece que la rigidez en el mercado de trabajo en España lo que produce es que muchos empresarios se lo piensen, y mucho, a la hora de contratar trabajadores. Si yo fuera un empresario en Estados Unidos y tuviera la posibilidad de ampliar el negocio, no me lo pensaría dos veces; pero si eso ocurriera en España intentaría por todos los medios hacerlo dentro del círculo familiar y, si no pudiera, pues me quedaría con un negocio familiar más pequeño, pero sin meterme en líos.
Si en España se flexibilizara el despido de los nuevos empleados (no tocando los derechos adquiridos de los antiguos) estoy convencido de que eso produciría una mayor creación de empleo y a la vez un menor índice de desempleo. La rigidez en el despido beneficia, sin duda, a los que consigan un puesto de trabajo, pero hace daño a los que no lo consigan, que serán la mayoría. Si se quiere de verdad un mercado de trabajo vivo y creciente la única solución es liberalizar el despido, asumiendo que ningún empresario querrá deshacerse de un buen trabajador que le produce beneficios.
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