¿Qué se le puede pasar por la cabeza a un joven de 18 años, con toda su vida por delante, para coger dos armas (una pistola y un rifle), dirigirse a
una escuela elemental y descargarlas indiscriminadamente contra niños de entre siete y diez
años? No tengo la menor idea. Pero eso es lo que pasó en Uvalde, Texas, un pueblo hispano a algo más de cien kilómetros al oeste de San Antonio. Por ahora el asesino, Salvador Ramos, también hispano, que fue abatido por la policía, se ha cobrado la vida de al menos 19 niños y un profesor. Espantoso, inexplicable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Después de siete días de la publicación de un artículo todos los comentarios necesitan aprobación.