Comunismo soviético, nazismo alemán, fascismo italiano, franquismo español, revolución francesa. Son solo ejemplos de la vergüenza europea. Una Europa que no ha sabido ni sabe quien es ni a donde va, que no es capaz de asumir sus errores del pasado, entresacando lo bueno de entre lo malo (por más que lo primero sea poco y lo segundo muchísimo). Una Europa que no es capaz ni tan siquiera de enorgullecerse de sus raíces cristianas, que, aunque contaminadas de un millón de cosas, ahí están; por el contrario, se avergüenza de ellas, renegando de lo único que tal vez podría salvarle de la destrucción a la que se encamina.
Por contra, Europa tiene dentro de ella el germen de esa destrucción, un pueblo que, aunque equivocado, se enorgullece de sí mismo y de su pasado, intentando extenderlo hacia el futuro. Estoy hablando del islamismo.
Cuando una cultura se avergüenza de sí misma, y no está dispuesta a defender lo bueno que hay en ella, pocas posibilidades de supervivencia tiene. O mucho cambia Europa o está condenada a desaparecer a manos del islamismo en no mucho tiempo, probablemente menos del que algunos piensan.
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