Tenía mi cita semestral con mi doctora a las cinco y veinte de la tarde (marcan una cada veinte minutos, dicho sea de paso). Llegué diez minutos antes, me registré y me cobraron cuarenta dólares; al instante salió la enfermera ayudante y me llamó. Estuvo conmigo unos veinte minutos, pesándome, tomándome las constantes vitales y preguntándome un montón de cosas y dejándome respondar sin prisas. Al final se fue, después de unos veinte minutos. Unos minutos después, pocos, entró la doctora. Más preguntas y más respuestas sin prisas y un montón de recomendaciones; le informé sobre un recurrente dolor en el pecho; me preguntó un montón de cosas sobre el mismo y finalmente me dijo que todo apuntaba a que eran episodios de estrés, nada preocupante; le pregunté si disponián de la maquina para hacer el electrocardiograma; me dijo que sí y me ofreció hacerlo en ese mismo instante; acepté, para tener al menos un motivo menos de estrés, le respondí; al final se fue, después de otros veinte minutos. Entró la enfermera ayudante y me hizo el electrocardiograma; se fue, dejándome conectado a la maquina; entró otra doctora o enfermera en prácticas; revisó todas las conexiones, ajustó algunas e hizo otro electrocardiograma; y se fue; a los pocos minutos regresó la enfermera ayudante y me informó de que la doctora había revisado los dos electrocardiogramas y que todo estaba bien, añadiendo que me vistiera y me podía ir. Lo hice, salí, pensando que tendría que pagar aparte el electrocardiograma, pero no me cobraron nada por el mismo; hice la cita para la nueva visita y me marché. Miré el reloj y eran las seis y diez. Había pasado en la clínica una hora, toda ella de atención médica.
Y no, la sanidad estadounidense no es la mejor del mundo. Ni la clínica a la que voy es elitista. De hecho es para gente sin seguro médico, uno paga según los ingresos que tiene y la clínica está subvencionada parcialmente por la ciudad, por el condado y por el estado; vamos, que es semipública (o semiprivada, según se mire). Pero desde luego la atencón al paciente parece mejor que la que ofrece la sanidad española.
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