Las guerras se sabe como empiezan, pero
no como terminan. Pero tampoco se sabe, en ningún punto del conflicto, como evolucionarán en el futuro.
Todo apuntaba a que la invasión de Ucrania por parte de Rusia sucedería en alredor de una semana, tomando Kiev, deponiendo al Gobierno y colocando en su lugar uno favorable a los intereses de Moscú. No sucedió, debido a la resistencia del ejército ucraniano, y Rusia optó por retirarse del área de la capital ucraniana para concentrar sus efectivos en el este del país, donde consiguió importantes avances, llegando a ganar terreno en el sur y conectando Crimea con Rusia por tierra, una de sus importantes metas. Pero esos avances se vieron frenados en el sur y tuvo que renunciar a otra de sus importantes metas, tomar Odesa, cegarle a Ucrania su salida al mar y llegar a conectar también por tierra con Rusia la región secesionista moldava, totalmente prorrusa, de Transnitria. Así quedaron las cosas. Pero cambiaron cuando Ucrania empezó a retomar terreno anteriormente conquistado a Rusia. Un radical cambio en la guerra que tuvo importantes repercusiones en la política interna rusa, siendo la estrategia militar rusa en Ucrania incluso cuestionada por el ala más dura de la política y el ejército.
Aunque nunca fue su nombre revelado de forma oficial se sabía que quien dirigía la guerra de Rusia contra Ucrania era el general Alexander Dvornikov. Y hay que utilizar el tiempo verbal pasado porque ha sido destituido del cargo y en su lugar Putin ha nombrado al también general Serguei Surovikin. Es relativamente joven para ser general, con únicamente 55 años, y ha participado, además de en la guerra de Ucrania, donde comandaba el flanco sur, en la guerra de Afganistán, la segunda guerra chechena, la guerra civil siria y en la represión del intento de golpe de Estado en la época de Gorvachov.
Y ahora viene lo importante. En todas sus intervenciones se ha mostrado como un militar sin ningún tipo de reparos para alcancar lo único que a él le importa, la victoria. Ello, por su ampliamente conocida brutalidad sin límites, tanto personal como en las órdenes al personal bajo su mando, le he llevado a ser conocido como el carnicero. A él se le achacan los bombardeos de hace un par de días de civiles en una multitud de ciudades ucranianas como represalia por el ataque a un puente en Crimea.
Éste es el general que ya está comandando la guerra de Rusia contra Ucrania. Algunos dice que nada va a cambiar en el campo de batalla, porque nada se puede hacer más de lo que ya se está haciendo con un ejército ruso mal preparado y desmotivado. Yo discrepo de esa visión. Surovikin es, por decirlo así, la última bala de Putin para cambiar el curso de la guerra de Ucrania (si no tomamos en cuenta la posibilidad del uso de armamento nuclear, posiblemente táctico; pero ese es otro tema). Pero no es solamente la última oportunidad para Putin, sino también para él mismo. Si Rusia sigue perdiendo terreno frente a Ucrania todas las miradas se volverán hacia él para acusarle de ser el culpable. Y eso es lo último que desea este general al mando. Así que va a poner en práctica su mayor brutalidad. Ya lo ha comenzado a hacer, con el mentado bombardeo a civiles de hace dos días. Pero mucho me temo que eso será solo un aviso comparado con lo que viene. Si va a dar resultado o no en el campo de batalla está por verse. Pero mis temores son que vamos a ver en esta guerra brutalidades como no las hemos visto hasta ahora. Y ya hemos visto muchas. Quiero equivocarme.
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