Leí con mucho agrado el acertado análisis de Ricardo Cayuela Gally sobre la generalizada violencia que afecta a México. Acertado hasta que llegó a la conclusión, con la que discrepo por completo.
En cualquier caso, la luz al final del túnel... vendrá... de la fuerza de la sociedad civil, que ha ganado ya importantes batallas contra la pulsión autoritaria de López Obrador. Falta lo más difícil: construir una cultura de la legalidad. Porque, como decía el gran jurista italiano Piero Calamandrei, «la ley es la última frontera de protección de los ciudadanos».
No pude reprimir una sonrisa. La sociedad civil es la que apoyó incondicionalmente a las mafias de narcos hace décadas, porque gastaban una mínima parte de sus delictivos ingresos en los pueblos donde vivían. La sociedad civil es la que consideró que el problema de la droga no era de México, sino de Estados Unidos, y por eso apoyaban a las mafias. Las mafias ganaron poder y ahora ya dominan a la sociedad civil allá donde están. La explotan. Y la sociedad civil se muestra totalmente sumisa a las mafias. Por no hablar de que esa cultura de la legalidad ni está ni se la espera en un país donde todos los estamentos públicos (policía, jueces, políticos, funcionarios) son, como diría alguien, sobornables y sobornados (tal vez esos sobornos no afecten a algunos espacios del ejército; a algunos y tal vez).
¿Hay solución? Es posible. Pero no vendrá de la sociedad civil, sino de un Presidente que declare la guerra total a las mafias y utilice para ello sin contemplaciones al ejército. Es eso o que no haya solución. Muy probablemente lo segundo.
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