Poco después de que el PP presentara su recurso de inconstitucionalidad contra la ley del aborto aprobada por el Gobierno de Zapatero, algo más dos meses, Alberto Núñez Feijóo cumpliría 49 años. Por aquel entonces, finales de junio de 2010, el político gallego llevaba algo más de un año dirigiendo el Gobierno de su comunidad autónoma. No era, por lo tanto, ni precisamente un niño, ni tampoco un inexperto en política. Pero asumió como propios los argumentos de dicho recurso de inconstitucionalidad (el recurso no está publicado, solamente se mencionan los artículos de la ley que considera que violan la Constitución).
Hoy reniega de ellos y alaba la ley que ese recurso criticaba duramente. Nada dice, por supuesto, de los argumentos que su partido (repito, su partido) esgrimía entonces. Porque, claro, no puede ser que, como afirma, que esa ley de plazos es correcta, está bien construida y merece su respeto (afirmaciones literales de este señor) y, por otro lado, los argumentos contra esa ley fueran correctos. O lo uno o lo otro. Pero nadie le ha preguntado por esa contradicción. Tampoco sabemos si entonces creía en los argumentos del recurso y hoy en la ley. Y, de ser así, las razones que le han llevado al cambio.
Nos encontramos en el caso actual del líder del Partido Popular y de este nuevo PP de Feijóo tal vez con el segundo caso más claro de chaqueterismo de la política española en la reciente democracia española, siguiendo muy de cerca al cambio del PSOE sobre la OTAN en la época de Felipe González (aquello fue más claro porque sucedió en poco más de tres años, con el mismo líder, y esto ha tardado casi trece, con dos cambios de líderes de por medio).
En fin, es lo que hay. Recuerden esta frase, que bien podría haberla dicho este gallego que, cuando hablamos del aborto, pensábamos que subía, pero ahora nos damos cuenta de que baja:
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