Meritxell Batet nos tiene acostumbrados a dirigir el Congreso con puño de hierro, como si esa fuera su casa. Lo curioso es que Batet es tuerta. Solamente ve con el ojo izquierdo. Por eso permite todo tipo de excesos al Gobierno y sus socios, mientras golpea (por ahora solo dialécticamente) a los que atacan a sus compañeros de viaje.
Y protege a los de su partido. Por eso ordenó destruir los registros de las reuniones que había mantenido el famoso y corrupto diputado socialista conocido como Tito Berni, Juan Bernardo Fuentes Curbelo, en el Congreso. Podrá ser legal, pero no es ético. Lo ético hubiera sido poner esa información a disposición del juez que investiga el caso. Más aún teniendo en cuenta que afecta a un diputado del mismo grupo parlamentario que Batet. Legalmente esta mujer no podrá ser acusada de corrupción, pero éticamente sí, por supuesto.
Y claro, hubo diputados que, en ejercicio de su libertad de expresión, criticaron esa medida. No en el Congreso, donde esta señora impone su ley sin contemplaciones. Pero sí en Twitter.
Pero con Meritxell Batet pasa lo mismo que con los dictadores, que ya pierden la perspectiva y no quieren ser criticados en ninguna parte. Por eso se apresuró a mandar, a través de persona interpuesta, una carta amenazante.
Parece que esta mujer no se conforma con censurar la libertad de expresión en el Congreso de los Diputados a la vez que toma oscuras decisiones. Ahora quiere hacerlo también en Twitter, para que esas oscuras decisiones no se sepan. Hasta eso se está llegando desde el poder en España.
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