Durísimo varapalo de parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazando, ojo al dato, por unanimidad la demanda contra la decisión del Tribunal Constitucional de impedir la sesión del Parlament donde Puigdemont proclamaría la independencia porque había que "preservar el orden constitucional". Ese argumento de "preservar el orden constitucional" nos puede dar una indicación de por donde pueden ir los tiros cuando el actual juicio en el Tribunal Supremo a los secesionistas catalanes llegue al Tribunal de Estrasburgo.
Pero no menos duro (y más humillante aún) fue el hecho de que el Parlamento Europeo le prohibió la entrada en sus instalaciones a Carles Puigdemont.
Los independentistas catalanes tenían (tienen todavía, por increíble que parezca) su esperanza puesta en Europa. Más aún después de que varios países pusieran serios problemas para entregar a España a Puigdemont para que fuera juzgado por todos sus graves delitos. Pero en Europa no parecen tener el menor interés en abrir el melón de las posibles secesiones internas por apoyar la catalana.
Así que los independentistas catalanes se están dando de bruces contra la realidad europea. Una realidad europea que siempre ha estado ahí, aunque ellos, en sus ensoñaciones independentistas que confunden sus deseos con la realidad, no habían querido verla. Y es que los independentistas catalanes son sin dudas muy tercos. Pero mucho más terca es la realidad, también la europea.
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