El triunfo de Giorgia Meloni en las elecciones italianas del domingo y
su más que probable ascenso a Primera
Ministra de Italia era lo esperado. Independientemente de que en su triunfo tuvo bastante que ver la unión de los partidos de derecha y la desunión de los de izquireda es innegable que su partido ha obtenido el 26% de los votos, cuando hace tres años se quedó en poco más del 4%.
Y el fenómeno del avance de los partidos que comúnmente calificamos como de extrema derecha no es un algo exclusivo de Italia ni mucho menos, sino que viene siendo una constante en buena parte de los países de la Unión Europea.
¿Y por qué esta ola de votantes hacia dicha extrema derecha? La respuesta no es difícil. Porque los partidos conservadores tradicionales han abandonado a sus votantes para practicar en todos los sentidos una política buenista y socialdemócrata. La gente está harta de que en sus barrios la inseguridad se eleve en el mismo grado en que lo hacen los números de inmigrantes que entran ilegalmente en sus países; ese es el prinicipal problema. Y el segundo que esos votantes estan cansados de pagar impuestos altos y recibir a cambio pobres servicios. A los que hay que añadir otros, claro. Todo lo relacionado a la supuesta culpabilidad del ser humano en el cambio climático castiga enormemente los bolsillos de la la clase media, la que sostiene cualquier país. Los políticos se han convertido en una casta superior que solamente se preocupa de los votantes cuando se acercan las elecciones. Las raíces europeas han sido abandonadas para abrazar socialmente una nada o, aún peor, tradiciones culturales y religiosas que los inmigrantes traen de sus países y que chocan contra los principios de la libertad europea. Por ejemplo.
Ya se sabe que es posible engañar a todos durante algún tiempo, incluso se puede engañar a algunos durante todo el tiempo, pero lo que es imposible es engañar a todos durante todo el tiempo. Y por eso una buena parte del electorado conservador está mirando muy a la derecha. Esto algunos llevamos advirtiéndolo bastante tiempo, pero predicando en el desierto. Bueno, las consecuencias aquí están.
Y España no es ajena a la ola ultraderechista. Ahí está Vox para demostrarlo. Aunque su líder no llegará a ganar unas elecciones, como ha hecho Meloni en Italia. Santiago Abascal no tiene carisma y es un tío que va de duro y cae mal. Pero algún día aparecerá alguien que conecte mucho más con la gente que él, tal vez una mujer al estilo de Inés Arrimadas o Macarena Olona. Y esa persona de extrema derecha, hombre o más probable mujer, podría llegar a La Moncloa.
Sería bueno que el conservadurismo político tradicional español lo viera y actuara en consecuencia. Pero eso, con el nuevo PP de Feijóo, al que se le puede aplicar toda la descripción del tercer párrafo, se me antoja simplemente imposible.
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