El golpe que Putin recibió en la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, celebrada en Uzbekistán, ha sido de los que hacen historia. Bueno, más bien los golpes, ya que fueron dos, porque tanto China como, mucho más explícitamente, India le han dejado claro al mandatario ruso que están en desacuerdo con su invasión de Ucrania.
Pero ya dice el dicho que cuando un tonto sigue un camino, el camino se acaba y el tonto sigue. Putin evidentemente no es tonto, sin embargo todo apunta a que ya no hay camino que seguir. Pero lo malo es que para el jefe postcomunista no hay vuelta atrás. Como ya comenté por aquí, las dos posibilidades a las que se enfrenta si sigue el avance ucraniano serían un ataque nuclear a Ucrania o que le dieran un golpe de Estado en Rusia.
Por lo pronto ha iniciado una huida hacia delante, con referendos en territorios ocupados y movilizaciones para ir al frente y con reformas legales que contemplan por primera vez el estado de guerra para forzar a sus soldados a combatir. Lo primero dicen que podría ser con la idea de tener un excusa para, en el caso de que Ucranía ataque esas zonas formalmente anexionadas a Rusia, usar las ya mencionadas armas nucleares tácticas. Lo segundo es evidentemente para llevar más soldados al frente, porque las fuerzas sobre el terreno se le están agotando.
Pero esta última médida podría ser rechazada dentro de la sociedad rusa. Hasta ahora los rusos han apoyado ciegamente a Putin en su llamada operación especial en Ucrania, en la que únicamente participaban soldados profesionales (teóricamente al menos); pero veremos si siguen apoyándole cuando la mentada operación especial pase a ser nombrada como una guerra a la que deben ir todos los soldados que sean necesarios, también los que están en el ejército de forma forzosa, y para la cual incluso se movilicen jóvenes que aún no están en el servicio militar. Evidentemente el gobierno moscovita tiene la opción de llevar a Ucrania a soldados de lejanas repúblicas rusas, para evitar que ese descontento se plasme en algo práctico en Moscú u otras ciudades importantes. Pero el temor a que sean los hijos de uno los siguientes pueden cristalizar en prostestas populares.
Sea como fuere Putin desoye las advertencias de China e India y, más aislado internacionalmente que nunca, opta por una huida hacia adelante de impredecibles consecuencias.
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